Panorama

¿Por qué sigues a gente que no soportas en Instagram?

Las redes sociales tienen una cara positiva evidente: nos permiten compartir información y relacionarnos con otras personas, ya sean amigos, familiares, colegas o potenciales clientes. Pero la cara b del asunto también la descubrimos al primer vistazo: las redes son adictivas si las usamos mal; estimulan nuestra vanidad; a menudo, se convierten en una excusa perfecta para procrastinar tareas cotidianas; nos convierten en moneda de cambio para transacciones comerciales y publicitarias (véase el fantástico documental El dilema de las redes sociales) y, además, favorecen comportamientos poco saludables, como la constante comparación con los demás o también el llamado hate-following .

El hate-following consiste en seguir en las redes a personas que nos caen mal. La celebrity que proclama a los cuatro vientos que los rigores del confinamiento la están cambiando para bien mientras no deja de compartir fotos de la espectacular segunda residencia con jardín y piscina donde está viviendo las restricciones de movimiento; el escritor cool que postea en Instagram pantallazos de su propios (y por supuesto, cool) tuits; la periodista famosa que cuelga selfis impolutos quejándose de unas inexistentes ojeras y de lo dura (pero maravillosa) que es la maternidad…Todas esas personas y muchas más, famosas o no, se convierten en el blanco principal del hate-follow, una suerte de amor-odio virtual que saca lo peor de nosotros. ¿Por qué lo hacemos?

 

 

Las motivaciones

Para Oscar Villarroya, doctor en Ciencia Cognitiva y profesor de Neurociencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, autor también del ensayo Somos lo que contamos (Ariel), lo primero que debemos considerar es que “no nos encontramos ante un comportamiento mayoritario, aunque existe”. Si es tu caso, las razones para caer en él podrían ser las siguientes, según cuenta este experto:

1. Te hace sentir superior, ya sea moral, espiritual o cognitivamente. Sería el caso, por ejemplo, de esa celebridad a quien sigues y que te parece un horror de madre, por los motivos que sean. Si la sigues es precisamente porque, al observar su comportamiento, te reafirmas en el tuyo y te parece que tú lo haces mejor.

2. Estimulan tu competitividad, ya sea en el trabajo, en el deporte, intelectual o ideológicamente. Aquí también entra en juego la comparación, aunque, si la jugamos bien, la competitividad puede resultar estimulante y acabar siendo un buen acicate para mejorar. Los seres humanos tendemos a compararnos siempre, ya sea online u offline, aunque las redes lo facilitan aún más. Nos interesa saber más de las vidas de la gente que pensamos que tiene éxito para imaginar cómo y por qué lo han conseguido. Pero de vez en cuando también nos interesa reafirmarnos a nosotros mismos comparándonos con gente a quien pensamos que les va peor. No obstante, hay que ser cuidadoso con estas comparaciones, sobre todo cuando empezamos a juzgarnos con peores ojos como resultado. Este tipo de emociones negativas también puede darse si nos dedicamos a espiar en las redes a nuestras exparejas.

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Las redes sociales tienen un componente importante de comparación que puede resultar dañino

TanyaJoy / Getty Images/iStockphoto

3. Schadenfreude. La palabra alemana designa la alegría secreta que podemos llegar a sentir ante la desgracia del otro. Sería el caso del político pillado in fraganti con su amante justo después de dar un discurso defendiendo las virtudes de la familia tradicional. O el placer oportunista que podemos sentir al ver en las redes una foto de alguien que nos desagrada “pillado” en una postura desfavorecedora.

4. El cotilleo. Seguro que alguna vez hemos recibido el pantallazo de un post de Instagram o de una conversación de Whatsapp que no dejaban en muy buen lugar al protagonista. Quien nos envía dicho material (o quizá somos nosotros quienes lo hacemos) espera obtener de ello un momento de “acicalamiento social a costa de una tercera persona”, en palabras de Oscar Villarroya. El cotilleo es una forma de conexión, aunque no tenga buena prensa ni sea moralmente la mejor.

Oscar Villarroya asegura que lo que tienen en común todas estas motivaciones es que, de algún modo –y esto se ha podido comprobar científicamente–, sirven para “aumentar nuestra autoestima”.

También señala este experto otro tipo de motivaciones, las de grupo, para practicar el hate-following: “Hay gente que pertenece a grupos que están en conflicto, con distintos grados de intensidad. El conflicto requiere el mantenimiento de nuestro compromiso con este grupo, que sentimos amenazado en algún ámbito (sus valores, su territorio, su pervivencia…) y queremos mantener nuestro compromiso con el grupo y con el conflicto. Para ello, nada mejor que seguir a nuestros enemigos. Así mantenemos esa amenaza y nuestro compromiso con el grupo a lo largo del tiempo”, asegura.

Efecto dañino

El consejo de este especialista para salir de la espiral del hate-following es considerar que “todo aquello que nos lleva a desarrollar, estimular o mantener dos emociones básicas como son la ira y el miedo no nos permite llevar una vida emocional sana. Apartarse de esas emociones en las redes sociales nos conducirá a llevar una vida más saludable”, concluye.

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Espiar en redes a la gente que odiamos puede ser una forma inofensiva de redirigir nuestra rabia

101dalmatians / Getty Images

Stalkear (espiar) a gente que odiamos puede ser también una forma inofensiva de redirigir nuestra ansiedad y nuestra rabia. Pero aunque de entrada pueda parecernos entretenido o nos dé cierto placer, es posible que esta práctica acabe siendo más dañina que beneficiosa. Al fin y al cabo, mientras estamos distraídos juzgando a los demás, estamos perdiendo un tiempo precioso para mirarnos a nosotros, averiguar de dónde salen esas emociones y trabajar para transformarlas.

La salida

Ser honestos y preguntarnos por qué mantenemos este tipo de comportamiento puede contener algunas claves valiosas para decidir si ya es hora de dar un repaso a nuestra lista de “amigos” o “seguidos” virtuales. Si las respuestas nos despiertan dudas, quizá es el momento de ponerse manos a la obra y ventilar bien nuestras cuentas. Algunas ideas para hacerlo:

1. Revisa cuánto tiempo pasas en las redes. Una vez tengas una idea aproximada (seguramente te sorprenderás), establece un objetivo, decide cuánto tiempo quieres emplear en ellas y cíñete estrictamente a él. Hay muchas aplicaciones que pueden ayudarte con ello. Establece también una mañana, una tarde o un día entero sin teléfono (si se te hace muy cuesta arriba, empieza por un par de horas). De esa manera te harás más consciente de tu inversión temporal en las pantallas y te será más fácil hacer un uso racional de ellas.

2. Recuerda que detrás de las pantallas hay personas. ¿Alguna vez te has detenido a mirar tus primeras publicaciones de Facebook o de otra red social? Es un ejercicio curioso y es posible que, si lo haces, su contenido o su tono te resulten embarazosos. Hacerlo puede ser un buen recordatorio de que todos somos personas complejas, imperfectas y con muchas dimensiones. Somos mucho más que un comentario desafortunado, una foto tonta o un texto que nos hace poner los ojos en blanco.

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A veces seguimos a otras personas en redes para sentirnos “superiores” y elevar nuestra autoestima

kupicoo / Getty Images

3. ¿Y si resulta que te estás aburriendo? Algunos expertos señalan que muy a menudo caemos en comportamientos disfuncionales en las redes por culpa de una razón tan prosaica como el aburrimiento. Buscar a nuestra celebridad más odiada para ver en qué anda puede ser sencillamente una forma de entretenernos o de pasar el rato. Ante esto, quizá no está de más recordar que al final del día (y de la vida) somos lo que hacemos, no lo que pensamos que queremos hacer. ¿De verdad deseamos gastar nuestra vida observando de reojo y riéndonos de los comportamientos de los demás?

4. Deja de seguirles. Haz una buena limpieza. Piénsalo de otro modo: ¿te acuerdas de aquella vez que te apetecía muchísimo la hamburguesa doble con queso y patatas XXL de la cadena de comida rápida, pero, una vez la devoraste, te pasaste la tarde lamentándote por el dolor de barriga y la pesadez que te provocó? Con las redes es lo mismo. Resérvate un rato para examinarlas en profundidad, respira hondo y no dudes en borrar o eliminar a todos aquellos perfiles que, aunque de entrada te ofrezcan un placer inmediato, al final del día sabes que te van a dejar con mal sabor de boca.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20201205/49740615566/hate-follow-instagram-espiar-redes.html#foto-1

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