Hola, encantada de saludarte. He intentado en vano enviarte este correo varias veces, ahora por fin me atrevo a hacerlo. Desde hace bastante tiempo estoy sufriendo dolor al practicar sexo con mi pareja y no consigo resolverlo. Pensaba que con el tiempo dejaría de sufrir molestias y todo se pondría en su lugar, pero no está siendo así. Al contrario, el dolor está empeorando y ya no sé qué puedo hacer. No sé a quién acudir y por eso te he escrito. Empezó a ocurrirme de manera repentina y sin ningún motivo aparente. Lo peor es que no se lo he dicho a mi pareja porque no le quiero hacerle sentir mal. Pero claro, esto provoca que sea yo quien lo esté pasando fatal, física y emocionalmente. ¿Alguna idea de cómo puedo salir de esta situación?
Primer error
Nunca hay que normalizar el dolor en el sexo: para y busca una solución
Todo lo relacionado con la sexualidad, y en especial las relaciones sexuales, deberían estar siempre asociadas con el placer, la diversión, el clímax. Pero muchas veces no solo no ocurre eso, sino que para algunas personas la práctica sexo es sinónimo de dolor. Obviamente, cuando la consecuencia lógica es la pérdida del deseo, y en casos extremos la situación puede acabar generando una aversión al sexo. Aunque la mayor parte de las afectadas son mujeres, también hay hombres que lo padecen.
El primer paso es evitar perpetuar la dinámica. Es decir, en el momento que sufres físicamente durante las relaciones íntimas debes romper el patrón y abandonar toda práctica que te produzca el dolor. En la mayor parte de los casos ocurre durante la penetración, pero también puede darse simplemente con la estimulación de los genitales.
Lo fundamental es dejar de normalizar el dolor. Siempre se ha dicho, sobre todo en el caso de las mujeres, que las primeras veces duele. Que eso es normal. Así, desde el principio de nuestras experiencias íntimas, se vive el dolor como una parte más de la sexualidad. Y no debe ser así. El sexo nunca debe ir asociado a dolor (siempre que no sea eso lo que realmente se desea, claro).
Segundo error
¡Háblalo! Hay que ser honestas con nosotras mismas y con nuestras parejas
El siguiente punto necesario es tener la valentía y la capacidad de comunicar el problema a la pareja (si la tienes). Porque si no lo transmitimos, la otra parte difícilmente se hará cargo de la situación. Cuando no somos capaces de ser honestos con nosotros mismos y con nuestra pareja en esta cuestión suelen ocurrir dos cosas: que mantengas relaciones sin ganas y porque “toca” o que las evites con excusas diversas.
En ambas circunstancias habrá consecuencias negativas para la relación. Si optas por seguir teniendo relaciones, pero a disgusto, tu pareja acabará notando tu falta de deseo o una actitud poco sexual en el encuentro íntimo, y entonces empezará a tener dudas sobre si aún sientes atracción por ella. La actitud de esquivar las relaciones es igualmente perjudicial, dado que pareja no entenderá el motivo del rechazo constante y pensará cosas que no son.
Si no hay pareja a quién comunicarlo, lo importante es escucharte a ti misma y no evitar el malestar o quitarle importancia. Porque si adoptas esta actitud no lo resolverás. Y a corto o medio plazo la problemática crecerá, ya sea porque evitarás las relaciones sexuales o porque el dolor se perpetuará.
Tercer error
Busca la ayuda más pertinente, y hazlo rápido
Una vez le hayas dado la relevancia que tiene y hayas puesto las cartas sobre la mesa, toca entender por qué hay dolor. Siempre hay un motivo y hay que encontrarlo. La única manera de hacerlo es acudir a los profesionales pertinentes. El primero es el ginecólogo, que te ayudará a eliminar cualquier posible causa orgánica, es decir, si no hay ningún traumatismo ni infección. Si todo está bien por ahí es recomendable visitar a otro tipo de especialista, el fisiosexólogo. Este profesional aún es poco conocido, pero tiene una gran relevancia, ya que es capaz de analizar la parte fisiológica de la sexualidad y por tanto resolver problemáticas asociadas. Si hacemos un símil, sería como ir primero al traumatólogo para valorar que todo está bien y luego acudir al fisioterapeuta. Por último, si aún no está resuelto habrá que pedir cita con el sexólogo, que se encargará de valorar si la causa de la situación tiene una raíz psicológica.
En cualquier caso, puede existir un gran variedad de motivos que provoquen dolor, ya sean físicos (sequedad, ardor, picores, tirantez, etcétera) o psicológicos. Pero casi siempre hay una solución, y suele ser más simple y fácil de lo que una se imaginaba. Dentro de mi terreno, que es el campo de la mente, lo más habitual es encontrarse con experiencias pasadas, o bien otros problemas en la relación, que afectan al encuentro sexual. Detrás de nuestras dificultades de excitación o lubricación a menudo hay un motivo que no tiene que ver con cuestiones físicas.
Cuarto error
Si no hay empatía y apoyo por parte de la pareja todo será mucho más difícil
Finalmente es preciso tener en cuenta que la actitud de la pareja (si la hay) tiene una gran relevancia. Hay personas que no llegan a empatizar y en vez de ser un apoyo generan más presión y malestar a la persona que está sufriendo el dolor. Hay que hacer equipo, aunque en ocasiones cuesta, y sobre todo hay que tener siempre presente que el encuentro sexual tiene que ser placentero para ambos.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/vivo/sexo/20210617/7532032/dolor-sexo.html#foto-1
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