Hablemos claro. Lavar menos la ropa es una de las prácticas sustentables que todos deberíamos aplicar. El momento de repensar nuestros ciclos de lavado ha llegado. Por mucho tiempo hemos aprendido (y adquirido) ciertos hábitos para el cuidado de nuestras prendas. Si bien, no hay nada de malo en querer prologar la vida de nuestras prendas –todo lo contrario–, también es oportuno reflexionar sobre la forma en que lo hacemos.
En los últimos años hemos visto una creciente tendencia a la pérdida de calidad de la ropa que responde a la obsolescencia programada. No es de extrañarnos que antes las prendas se hacían para durar y justamente dentro de este escenario nos hemos visto en la necesidad de plantearnos un mayor cuidado de la ropa. Primero lo primero. Según el informe Fashion on Climate de la consultoría McKinsey & Company –publicado en 2020– el 21% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la moda provienen del uso del producto en la etapa del consumidor, y el 11% de las emisiones totales de una prenda se originan en la forma en que se limpia y se cuida. Lo que significa que un porcentaje de las emisiones en la fase de uso se podrían disminuir simplemente reduciendo el lavado y el secado de las prendas. Cuando decimos que la industria de la moda tiene un mayor impacto en el ambiente realmente debemos pensar en todos los actores que involucra y los recursos del planeta que absorbe. ¿Qué debemos hacer? Simple. Como consumidores, lavar menos. Como productores, crear mejores productos.
¿Por qué lavar la ropa es tan dañino para el ambiente?
Hay muchas razones. Desde el uso de agua y hasta la llegada de los microplásticos al océano. Cada vez que lavamos una prenda hecha de materiales sintéticos se liberan miles de fibras plásticas microscópicas –¡también presentes en los detergentes!– que terminan en los ecosistemas naturales y que son una amenaza directa a toda la cadena alimentaria. Por otro lado, todo lavado que utiliza energía fabricada libera dióxido de carbono a la atmósfera. Por ello, cuanta más energía usamos (incluida en el uso de agua caliente), más dióxido de carbono liberamos a la atmósfera.
¿Cada cuánto debo lavar mi ropa?
No hay una respuesta única a esta pregunta ya que depende de qué clase de prenda estemos hablando. Por un lado, existen ciertas prendas cuyo uso exige que se laven después de usarse –como es el caso de la ropa interior–. No obstante, otros tipos de textiles –como el denim– son perfectamente aptos para usarse varias veces y no requerir un lavado.
De esta manera, dentro de las acciones clave para la reducción de emisiones de esta industria, McKinsey propone reducir las emisiones de las operaciones, reducir las emisiones de las propias operaciones de las marcas y fomentar comportamientos sostenibles de los consumidores –lo cual podría ayudar a reducir alrededor de 143 millones de toneladas de emisiones en 2030–. El último punto resulta un paso fundamenta en la economía circular de la industria textil.
¿Qué acciones puedo tomar para reducir mi impacto en el ambiente?
El reporte Fashion on Climate sugiere acciones simples como:
- Evitar uno de cada seis ciclos de lavado.
- Lavar la mitad de las cargas a menos de 30 grados y sustituir cada sexto uso de la secadora con aire libre y siempre utilizar el ciclo de lavado más corto.
- Informarse sobre los símbolos en su etiqueta de cuidado y seguir los consejos para hacer que la ropa dure más.
- Lavar a mano con más frecuencia.
¿Qué alternativas de lavado existen?
En los últimos años se ha explorado de uso del ozono para lavar. Sí, este compuesto químico ahora ocupa un lugar en las lavadoras dado sus beneficios de limpieza, los cuales incluyen que se puede utilizar para inactivar una variedad de microorganismos que viven no sólo en nuestra ropa, sino en los tejidos. Como solución de limpieza mata los microorganismos que se encuentran en la ropa sucia.
Fuente: VOGUE
Deja tu comentario: